Microcuentos IX

Una noche de tormenta nació un niño bajo el nombre de Dante. Nació sin llorar.
Antes de abandonar el hospital, lo despidieron unas palabras escritas sobre la puerta de salida: «El que entre aquí, pierda toda esperanza».
Se puso a llorar cuando la puerta se cerró a sus espaldas.

Microcuento recurrente

Algunas leyendas antiguas hablan de los Trimlins, pequeñas criaturas que vivían en las bibliotecas. Se dice que en las noches de luna llena, salían de sus diminutas cuevas, abrían los libros y los recorrían dando pequeños bocados. Se alimentaban de letras, puntos suspensivos, comas, tildes. Los editores no se explicaban la aparición de errores de ortografía y tipeo que jurarían haber corregido. Gracias a esas pequeñas notas tituladas “Fe de erratas” es que nadie ha sospechado jamás de su existencia.
No s ben qu aún qued n alg nos da do vuel ts por ahi..

Microcuento zoológico

Un par de gotas de lluvia se toman de la mano en un baile elegante.
Se deslizan a través de la tierra seca y torturada.
Viajan a través de la memoria muerta y la nostalgia.
Se encuentran con un pequeño fragmento de esperanza verde.
El desierto tiene sus días contados.

Microcuento nuevo

Una gota de sudor nervioso aparece en su frente y se desliza. Ya está preparado con su chaqueta larga y de bolsillos grandes. Sus lentes de sol le dan el autoestima necesario para su próximo acto.
Dos jóvenes están sentadas conversando alegremente en la banca de la plaza. Él se acerca. Ellas voltean al escuchar el sonido sus botas contra los adoquines. En ese momento lo hace: abre su chaqueta.
«Chicas, ¿les puedo leer un poema?» dice mientras saca un cuaderno de uno de los bolsillos interiores.

Microcuento escribicionista

Como forma de acabar con todas las guerras que estaban destruyendo a la raza humana, los científicos idean un plan. Descubren la forma de hacer que todos los cuerpos y las consciencias se empiecen a mezclar en una sola. Primero se empezaron a mezclar las personas, los animales, luego la tierra, el mar, el planeta mismo. Tiempo después se les unió Marte, los planetas aledaños, el sol.
Todo se unía en una única criatura que vivía en paz.
Mientras tanto, en un orden mayor de cosas, un dios salía acongojado del hospital. Le acababan de detectar un tumor.

Microcuento recursivo

La víctima fue un tipo vestido de etiqueta que caminaba distraído por el paseo peatonal. El criminal era un tipo que vestía un polerón con gorro que casi no le dejaba ver la cara. El objeto robado fue la billetera. La billetera mencionada no contenía dinero, solamente tenía una carta. La carta era una nota suicida desgarradora dedicada a la familia de la víctima. El ladrón no puede dormir en toda la noche. La víctima decide que sin su carta, no se suicidará. La policía encuentra muerto a un tipo de polerón con las venas cortadas y una nota con su nombre escrito encima de otro nombre tachado con unas cuantas rayas. El caso fue archivado.

Microcuento prestado

El lingüista llevaba días encerrado en la biblioteca. Sus esperanzas ya estaban flaqueando cuando en un libro que era más polvo que libro la encontró: la sexta vocal que se había perdido de nuestro idioma. Lo primero que atinó a hacer fue escribirla en un papel viejo que tenía en el bolsillo. Luego abrió la boca para intentar pronunciarla cuando una mano se posa en su hombro.
-Tu gente aún no está preparada para esto. Sígueme.
Se giró y pudo ver una figura alta cubierta por una túnica negra que llegaba hasta el piso.
Esos libros fueron testigos de los últimos segundos del lingüista en este mundo. Esos libros… y un papel tirado en el piso.

Microcuento de fonéticas confidenciales

Al finalizar el juicio le dieron una condena de 250 años.
Cuando salió en libertad pensó: “El sistema judicial de los mortales es extremadamente cómico.”.
Abandonó la cárcel con una maleta llena de libros escritos por él. Los publicaría y se iría de vacaciones a planear su siguiente crimen.

Microcuento perpetuo

Estaba sólo en casa cuando la luz se cortó. Su primera compañía fue el silencio. Luego una vela. Entonces vinieron la noche y las estrellas. Se sentó sobre el techo a ver ese cielo que hace años se había perdido.
-Somos un montón de idiotas -dijo con los ojos brillosos.
Prendió una radio a pilas para informarse de la situación. Cuando anunciaron que en minutos más volvería a restablecerse el servicio, tomó unas tijeras y cortó los cables.

Microcuento asceta

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