Oigo el gemir de las ciudades
De sus grietas respiro una niebla espesa
Pequeños sonidos vueltos cristal
recuerdan algarabías de antaño
Siento el crujir
de la corteza del mundo
Voces de óxido
piden perdones con desgana
Farolas viejas
parpadean como venganzas
Una flor
se asoma entre trozos de asfalto
Tus manos gentiles
dispuestas en singular medialuna
la recogen
y la plantan en tu pecho
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